Los antiguos celtíberos
-Castros
Hacia el siglo VII a.C. los elementos o lenguas adelantadas de los rebordes montañosos del Sistema Ibérico y Central van a verse salpicados de pequeños asentamientos, en torno a una hectárea. Eligen emplazamientos dando prioridad a elementos de encastillamiento y visibilidad, aspectos que se ven reforzados por la construcción de potentes sistemas defensivos, constituidos por anchas murallas, con torres defensivas controlando el acceso, fosos y franjas de piedras hincadas destinadas a desestabilizar a los atacantes.
Al mismo tiempo en cerros destacados sobre los valles del Alto Jalón y Alto Tajo se observa el asentamiento de pequeños poblados de casas rectangulares organizadas en torno a una calle o espacio central, delimitados por pétreas murallas, como se aprecia en el poblado del Ceremeño (Herraría, Guadalajara), El palomar.
-Asentamientos rurales
A lo largo del siglo IV a.C. un número de castros se deshabitan, acusándose a lo largo de los siglos IV y III a.C., una serie de cambios importantes en el paisaje, plasmándose en un aumento de poblados, algunos de mayor tamaño, y necrópolis, reflejo de un aumento demográfico, mostrando preferencias por ocupar cerros destacados en las amplias llanadas aptas para la agricultura de secano.
A lo largo del siglo III a.C. se consolida, en el Alto Duero, la orientación económica agrícola, plasmada en asentamientos rurales de economía mixta, con un incremento de la intensificación de los intercambios y el comercio. Todo ello articulado con la propia evolución interna de sus instituciones, cristalizará con anterioridad a la conquista romana, en la creación de ciudades, que posibilitarán el desarrollo artesanal y de servicios, que marcan la diferencia entre campo y ciudad.
-Ciudades
Los romanos se encontraron con un paisaje estructurado y jerarquizado por las ciudades y sus territorios. Las ciudades aparecen como centros organizadores, administrativos y políticos de sus territorios e incorporarán la escritura, utilizando el signario ibérico para plasmar su lengua celta, así como la acuñación de moneda, ya bajo concesión romana.
Son las ciudades las que tratan directamente con Roma, siendo recibidas independientemente y las que firman los acuerdos, lo que indica que son verdaderas ciudades-estado. En este contexto el sentimiento de pertenecer a comunidades o “populi amplios (arevacos, pelendones, titos y belos) cuando la estructura social se basaba en las relaciones de parentesco va a verse mediatizado por las nuevas formas de dependencia personal que impone la estructura urbana. Será ahora la ciudad el referente primario de identidad.