Aunque existe discordancia entre los historiadores de la antigüedad, se puede deducir de sus noticias, referidas a los siglos II y I a.C, que se da el nombre de Celtiberia al territorio situado en el reborde montañoso donde se encajan las cordilleras Ibérica y Central y sus zonas aledañas, donde se establecen las divisorias de las cuencas del Tajo, Ebro y Duero, es decir, la zona oriental de la Meseta Norte y el lado derecho de la cuenca media del Ebro.
No obstante, se diferencia la Celtiberia Citerior, de mayores posibilidades agrícolas y riqueza básica, más abierta a influencias exteriores provenientes fundamentalmente del Mediterráneo ibérico, y la Celtiberia Ulterior, circunscrita al Alto Duero, con predominio ganadero y más marginada de los focos económicos y caminos dominantes. La extensión máxima del país vendría planteada por los apelativos de extremo con que se citan algunas ciudades: Clunia, Celtiberia finis; Ercavica, caput celtiberiaey Contrebia, caput gentis celtiberorum.
Las tierras de la Celtiberia
Los historiadores romanos describen la zona celtibérica como “áspera, montañosa y por lo general estéril”, condicionada por la dureza del clima, con fuertes heladas y abundantes nevadas, y azotada por el terrible viento norte, denominado “cizicus”(cierzo).
El ambiente boscoso de amplias zonas proporcionaba caza abundante: ciervo, jabalí, liebre, conejo, oso y lobo, que prueban la existencia de un bosque mixto. A su vez, se aprovechaban los ricos pastos idóneos para la cría de ovejas y cabras, como principal fuente de riqueza. Con su lana se realizaban las prendas de vestir, entre las que destaca el “sagum”, para defenderse de los rigores climáticos, que fue muy apreciado por los romanos, como se deduce de que entre los impuestos de guerra exigidos a las ciudades celtíberas aparezcan siempre miles de estas prendas (en el 141 a.C. a Numancia y Tiermes se les exigían 9.000). También, eran abundantes los asnos, mulos y caballos. Éstos últimos tenían fama de rápidos, lo que llevó a los romanos a su utilización en detrimento de los itálicos.
La ganadería se completaba con la agricultura, aludiendo los textos antiguos a la diferencia de la zona numantina, a mayor altura, en donde el cereal era escaso, con la zona central del río Duero, habitada por los vacceos, en donde el grano era abundante. Los granos hallados en las excavaciones corresponden a cebada y trigo, de donde obtenían también la “caelia” o cerveza, así como diferentes leguminosas. Un complemento importante en la dieta alimenticia era la recolección de frutos secos, sobre todo bellotas y nueces.
Una fuente o recurso destacado por los autores clásicos está en relación con la riqueza férrica y argentífera del Moncayo, ya que Posidonio, Marcial y Justino alaban la calidad de los aceros templados en las aguas de los ríos celtíberos. Sus especiales características llevaron al ejército romano a adoptar la espada peninsular, el “gladius hispaniensis”.