Los textos de los autores grecolatinos, las representaciones de las cerámicas y la investigación arqueológica permiten conocer algunos detalles sobre los dioses y ritos de los celtíberos.
Los dioses
Uno de los aspectos más complejos de analizar dentro del ámbito cultural celtibérico es el de las creencias. Esta dificultad a la hora de estudiar las manifestaciones simbólico-religiosas deriva, fundamentalmente, de la escasez de datos proporcionados, tanto por las fuentes literarias clásicas como por el registro arqueológico.
Pese a ello, uno de los ámbitos mejor conocidos es el de las divinidades. Partiendo de que la religión de los celtíberos era de naturaleza politeísta, puede decirse que su panteón se encontraba constituido por distintos tipos de deidades, la mayoría de ellas documentadas a través de los teónimos indígenas presentes en las fuentes epigráficas.
En primer lugar, han de situarse los entes sacros de esencia pancéltica, es decir, aquellos cuyo culto fue compartido por todas las comunidades poseedoras de un sustrato cultural celta. Lug, las Matres y Epona, según el análisis epigráfico e iconográfico, parecen haber detentado una posición relevante dentro de esta agrupación. Lug, el más citado e importante de todos, se muestra como una deidad solar reuniendo en si mismo todas las funciones. Por su parte, las Matres y Epona fueron divinidades de carácter femenino; las primeras identificadas con la idea de fecundidad y la segunda con la protección a los difuntos. Completarían este grupo de deidades otras, menos frecuentes en la epigrafía e iconografía, como Cernunnos, representado con astas de ciervo en la cabeza, símbolo de inmortalidad y feracidad, o los dioses Sucellus, asimilado al lobo, y Airon, entre otros.
En segundo lugar, ha de considerarse parte integrante del panteón celtibérico, un conjunto de dioses de carácter local asociados a elementos y accidentes naturales. Estos espacios no fueron identificados con dioses en sí mismo sino con puntos de manifestación de la divinidad. Del mismo modo, también tuvieron importancia las deidades de carácter astral. El gran número de representaciones de discos solares y tetrasqueles pintados en las cerámicas celtibéricas o grabados en los cimientos de las viviendas así lo indica; teniendo todos ellos probablemente una función protectora de la morada y sus ocupantes.
En último término, es necesario tener en cuenta al grupo de divinidades de origen latino asimiladas a la esfera religiosa celtibérica como consecuencia de la interacción cultural producida entre ambos contingentes humanos. Así, dioses como Júpiter, Marte, Mercurio, Hércules o Apolo fueron objeto de asociaciones sincréticas en gran parte del territorio celtibérico.
Ritos
Dejando a un lado las deidades, otro aspecto interesante de la religión de los celtíberos es el de los rituales. No son muchas las evidencias conservadas de los mismos, pero las cerámicas numantinas constituyen uno de los principales pilares de su conocimiento. Así, por ejemplo, en uno de los vasos se observa una escena de sacrificio de aves, protagonizada por personajes ataviados con tocado cónico y túnica decorada. Este mismo atuendo, completado con máscaras animales, fue probablemente el empleado por los oficiantes en aquellos rituales de naturaleza adivinatoria referidos por las fuentes clásicas, tratando de predecir los acontecimientos leyendo las vísceras, el vuelo de las aves o los eclipses.
Hubo rituales de carácter propiciatorio, de contacto con la divinidad como el corte simbólico de las manos o de la cabeza. Esta práctica, documentada en otros lugares como la Galia, parece haber tenido en la Península Ibérica una finalidad apotropaica. Llevaban las cabezas colgadas de sus caballos o las exhibían como trofeos en sus casas, para alejar las influencias malignas, práctica relacionada con la creencia céltica de que en la cabeza reside la esencia de la persona humana, lo que hay que relacionar con la frecuencia de este tipo de representaciones en el mundo celta.
Un lugar destacado tenían los rituales relacionados con el fuego, posiblemente relacionados con el sol, ya que en el solsticio de verano se celebraban fiestas de purificación con carreras, luchas, sacrificios y danzas. Es frecuente la representación de hombres con cabezas de caballo o con grandes cuernos enfundados en los brazos o máscaras de toro, que indican rituales religiosas relacionados con estos animales.
El sol, la luna y sus respectivos ciclos eran sugerentes de muerte y resurrección, ya que la noche daba luz al día. Además, los peces y las aves, junto a los caballos,estaban estrechamente relacionados con el mundo de ultratumba ya que, a través de su medio, el aire y el agua, transportaban las almas hacia los mundos ultraterrenos.
Lugares de culto
Los celtíberos no encerraban a sus dioses en recintos construidos, desarrollaban su culto al aire libre. El vocablo céltico que designa por antonomasia al santuario es el de nemeton, en donde se produce la comunicación entre hombres y dioses, que puede ser un claro en el bosque, la cima de una montaña o un lugar elevado (Peñalba de Villastar, en Teruel), las fuentes, los ríos o una cueva; también se tienen referencias de santuarios domésticos. Las cualidades más significativas de las divinidades celtibéricas eran representadas o asimiladas a aquellos animales que las poseían, destacando el caballo o el toro.
Los rituales funerarios
Los escritores de la antigüedad han transmitido un doble ritual de enterramiento entre los Celtíberos; según Silio Italico (3,340-343);
“Los celtíberos consideran un honor morir en el combate y un crimen quemar el cadáver del guerrero así muerto; pues creen que su alma remonta a los dioses del cielo, al devorar el cuerpo yacente el buitre”y, según Eliano (10,22) refiriéndose a los vacceos “…dan sepultura en el fuego a los que mueren de enfermedad..., mas a los que pierden la vida en la guerra... los arrojan a los buitres, que estiman como animales sagrados".
-El ritual de la exposición de cadáveres:
Este segundo ritual, destinado a los que morían en combate, consistía en depositar sus cadáveres en determinados lugares, para que fueran comidos por lo buitres, considerados como intermediarios (psicopompos) entre el mundo de los humanos y el de los dioses, ya que al mismo tiempo que descarnaban su cuerpo transportaban su espíritu directamente a la deidad celeste. Este ritual era considerado más puro que la incineración, ya que evitaba el contacto con la tierra.
-El ritual de la incineración
El primer ritual era el usual, consistía en la incineración del cadáver con su ajuar en una pira funeraria o “ustrinum”. Una vez finalizada la cremación, se recogían, previamente seleccionadas, las cenizas y restos óseos del difunto, introduciéndolos en un hoyo o, previamente, en una urna o vasija de cerámica. Junto a ésta se depositaba al ajuar u objetos personales del difunto, compuesto de armas, elementos de adorno y utensilios.
La tumbas, agrupadas en necrópolis o cementerios, podían estar señalizadas al exterior con una piedra o estela o una cubierta tumular.
Característico de las tumbas celtibéricas es la inutilización intencionada de los objetos personales o ajuar del difunto. Las armas, útiles o adornos depositados en las tumbas aparecen doblados e inutilizados intencionadamente; con esta práctica se trataba de evitar la separación del difunto de sus objetos personales, a través de su “muerte ritual”, de esta manera su espíritu acompañaba al difunto al Más Allá, como exponentes de su propia identidad.
La existencia, en algunas tumbas, de restos óseos de animales jóvenes -cordero, potro- ha sido interpretada como la porción de carne del banquete funerario perteneciente al difunto. También, en menor medida, se han encontrado en las necrópolis celtibéricas enterramientos simbólicos o cenotafios, en donde los animales sustituyen al cuerpo del difunto cuando este fuera imposible de recuperar.
-El mundo de los muertos espejo del mundo de los vivos
El estudio de las necrópolis celtibéricas de incineración nos permite conocer la organización social y valorar la posición social del difunto, a través de la estructura de la tumba, de las características del ajuar, de los restos óseos del muerto y de su localización en el conjunto del cementerio.
El estudio de las evidencias arqueológicas permite aproximarnos al lenguaje simbólico establecido entre vivos y muertos, a través del ritual funerario. Es posible evaluar la riqueza de las tumbas, valorando el número total de objetos o de tipos de objetos, del peso del metal y de la complejidad de la estructura funeraria.
Junto a las cenizas y restos de los huesos humanos, se depositaba el ajuar compuesto por los objetos o sus partes no perecederas, pro su resistencia al fuego, así como las ofrendas de porciones de carne del banquete funerario destinadas al difunto.
El análisis de los restos óseos humanos permite conocer la dieta alimenticia de cada individuo y poder determinar sí existían diferencias en la alimentación por razones de estatus social o de género, así como por procedencia foránea.
-El ritual infantil
Por último aparece documentado, únicamente en el interior de los asentamientos, un tercer tipo de ritual funerario que afectaba a la población infantil. Consistía en la inhumación de los más pequeños, fallecidos prematuramente, bajo el suelo de las viviendas. Este acto parece encontrar su motivación en el hecho de que los niños no eran considerados parte integrante de la comunidad hasta su mayoría de edad, hasta entonces pertenecían sólo al ámbito familiar.