La aparición de la moneda en la Celtiberia se produjo hacia mediados del siglo II a.C., en un momento tardío, ya que se conocía desde hacía algo más de cuatro siglos en el Mediterráneo oriental
Las primeras cecas o talleres monetarios surgieron como consecuencia de la estrategia política de los romanos de beneficiar a unas ciudades celtibéricas sobre otras en función de sus intereses políticos, por tanto la responsabilidad de su emisión recae sobre la ciudad, que le aporta la garantía necesaria, ostentando su poder con la inscripción de su nombre en el cospel o disco de metal. No todas las ciudades celtibéricas emitieron moneda, pero las que no lo hicieron pudieron servirse de las de las ciudades vecinas al permitir que circulara por su territorio.
El uso de la moneda no supuso el abandono del trueque (uso de mercancías o productos con valor admitido por todos), ya que se fue introduciendo la moneda inicialmente con fines muy concretos como el pago de soldadas a los militares y para determinadas transacciones comerciales en las que participaban solamente ciertas capas de la población.
Las monedas celtibéricas, como herederas de las ibéricas y estas a su vez de las griegas, van a reflejar esta influencia no sólo en su iconografía, sino que también se adoptan sus pesos, escritura y los mismos metales: plata y cobre.
Las monedas de plata presentan con un alto grado de pureza, hasta el 95%, sobre todo en las piezas de las emisiones más antiguas, pero en momentos de crisis es fácil encontrar las denominadas monedas forradas, intencionadamente adulteradas, como sistema de devaluación, pudiendo llegar a valores de 9.73% de plata y el resto de cobre. Las monedas de bronce muestran aleaciones ternarias con una presencia muy importante de cobre y menor de plomo y estaño, con proporciones muy variables de cada uno de los tres metales, llegando en algunos casos a utilizar cospeles de cobre puro (en Turiasu, Ekualacos, Titiakos, Sekobirikes).
El sistema de medida y su nomenclatura se ajusta al patrón romano, de tal manera que los celtíberos usan el denario de plata, con un peso de algo menos a 4 g, y excepcionalmente su mitad el quinario (únicamente Turiasu). En cobre o bronce los valores en circulación son la unidad o as, mitad o semis, cuarto o cuadrans, tercio triens, y sexto o sextans.
Iconografía
Los celtíberos incorporan a sus monedas el repertorio iconográfico utilizado por los iberos, influidos por los griegos, aunque cada vez más adaptados a una estética autóctona: la imagen o busto masculino del anverso y el jinete con distintos atributos en el reverso. El busto puede aparecer adornado con el torques, o vestido con el sagum (manto que los celtíberos recogían sobre el hombro derecho con una fíbula), pero también con casco, diademas o láureas (en Sekobirikes, Turiasu y Bílbilis), muestra de su la vinculación con prototipos griegos, púnicos y romanos.
El jinete montado sobre un caballo portando una lanza es la iconografía más habitual en el reverso, presentando sólo modificaciones limitadas, a excepción de la sustitución de la lanza por otro objeto: palma, estandarte, o girando el brazo derecho hacia atrás para alzar otros tipos de armas (hacha doble, hoz, venablo o estandarte).
La tipología de los divisores y sus símbolos añadidos ofrece una representación de diversos animales, como el caballo y excepcionalmente aparece el gallo (en los semis de Arekoratas), el jabalí (Sekaisa) y el león (Sekobirikes). También el delfín, o bien objetos como la palma, la estrella o el creciente (Turiasu y Bílbilis), asociados a los tipos principales tanto del anverso como del reverso.
Moneda y sociedad
Los mensajes de las monedas contribuían a la legitimación del poder de las élites de las ciudades-estado que estructuraban el territorio celtibérico. La moneda será manejada por los soldados y mercenarios cuyas soldadas son pagadas en numerario de bronce, hasta mediados del siglo II a.C, como muestran los hallazgos del campamento de Nobilior de la Atalaya de Renieblas, próximo a Numancia. Pero después del 153 a.C. se libran en denarios.
También manejaban moneda los gobernantes, los responsables de la administración pública y una parte de la población más ligada a las élites, como los artesanos. Los conquistadores romanos exigirán a los ciudadanos el pago de tributos en forma de cereal, tejidos y plata. No obstante, el grueso de la población obtenía moneda a través de la remuneración de sus trabajos y de la venta de productos agropecuarios al ejército, élites locales y artistas y artesanos.