En época celtibérica, de alguna manera, se configura el germen de lo que será el paisaje tradicional de las tierras del reborde oriental del Sistema Ibérico.
La imagen de poblados estables con sus cementerios, marcando ya la diferencia entre pueblo y ciudad, con una población dispersa en sus tareas agropecuarias, para las que se desarrolló una tecnología agraria y artesanal que, a pesar de las rupturas y transformaciones de épocas posteriores, puede considerarse como la raíz última del paisaje tradicional de la Meseta Oriental y la margen derecha del Medio Ebro.
La uniformización de las sociedades actuales y el deterioro de sus anclajes histórico-culturales, son la clave para entender procesos nuevos que están reclamando el valor del pasado. La desaparición de culturas tradicionales milenarias, como la sociedad campesina meseteña, también presiona para recuperar la historia y la conciencia de un pasado histórico que está desapareciendo ante nuestros ojos.
Tres factores fundamentales explican la popularidad del viejo mundo celtibérico: el crecimiento de la investigación; la apuesta de las administraciones autonómicas y locales por la arqueología como referente de identidad cultural y elemento de atracción turística y, por último, el despertar de una conciencia ciudadana que valora crecientemente su patrimonio histórico y arqueológico.
De esta manera, el pasado celtibérico se presenta como genealogía de la cultura tradicional campesina, y por otro como un pasado noble, heroico, y prestigioso que ayuda a fundamentar la historia de las comunidades que hoy viven en las tierras de la antigua Celtiberia, por encima incluso de las divisiones político-administrativas actuales, relacionadas por una situación contemporánea de marginalidad y retraso.
El éxito de lo que podríamos llamar un celtiberismo popular y social no deja de ser otra cosa que la reivindicación de las raíces ancestrales de nuestras formas de vida y la defensa de unas regiones con una historia común y un pasado por el que se siente un orgullo. Pero además un pasado con el que el referente principal que se construye es el de identidad con la tierra.